El amor siempre tendrá un límite y es la dignidad. Porque ese respeto que cada uno tenemos por nosotros mismos tiene un precio muy alto y jamás aceptará rebajas con las que saciar un amor que no llena, que duele y vulnera.
Lo creamos o no, la dignidad es ese hilo frágil y delicado que tantas veces comprometemos, que puede quebrarse hasta descoser los vínculos de nuestras relaciones afectivas.
Son muchas las ocasiones en que cruzamos esa frontera sin querer hasta dejarnos llevar por unos extremos en los que nuestros límites morales se vuelven débiles, pensamos que por amor todo vale la pena y que cualquier renuncia es poca. Porque el amor y la dignidad son dos corrientes en un océano convulso, en el cual incluso el marinero más experimentado puede perder el rumbo.
El amor se siente, se toca y se crea cada día
Si no percibimos nada de esto, no servirá de nada pedirlo, y menos esperar sentados a que acontezca un milagro que no tiene sentido. Asumir que ya no somos amados es un acto de valentía y que nos evitará derivar en situaciones tan delicadas como destructivas.
El amor jamás deberá ser ciego
Por mucho que se defienda esta idea, siempre será mejor ofrecerse a alguien con los ojos bien abiertos, el corazón encendido y la dignidad muy alta. Solo entonces seremos auténticos artesanos de esas relaciones que valen la pena, donde respetar y ser respetados, donde crear cada día un escenario sano donde no “todo vale”, sin juegos de poder ni sacrificios irracionales.
La dignidad es y será siempre el reconocimiento de que somos merecedores de cosas mejores. Siempre será mejor una soledad digna a una vida de carencias, a relaciones incompletas que nos hacen creer que somos actores secundarios en el teatro de nuestras existencias. No lo permitas, no pierdas tu dignidad por nadie.
No temas perder a quien no te ve aunque te mire, a quien no te escucha, aunque te oiga, a quien no se siente afortunado de tenerte.
Todos, en algún momento, hemos sentido esto mismo. Puede que lo hayamos experimentadoa nivel de pareja, con alguna amistad o, lo que es peor, a nivel familiar.
Percibir la desoladora sensación de no ser valorado o apreciado por aquellos con los que mantenemos un vínculo estrecho y significativo constituye uno de los problemas emocionales más devastadores que existen.
Las personas necesitamos sentirnos valorados y nutridos en cuanto a atención, consideración y afecto.
Si lo que percibimos no es rechazo sino un mero vacío o la baja calidad de un vínculo que no se ve reafirmado, nuestra autoestima se verá dañada.
Reaccionar ante estas situaciones no es nada fácil. No lo es por una sencilla razón: porque la persona que lo sufre suele ser reticente a admitirlo y quien favorece el vacío o la carencia afectiva tampoco lo admite.
Una de las experiencias más duras a las que se puede enfrentar una persona es a la exclusión "familiar", a no sentirse aceptado en ningún grupo, sentir que no se pertenece a ninguna parte. Esta tipo de situaciones se traducen en un sentimiento universal: la soledad.
Este sentimiento puede darse en personas que se sienten poco aceptadas o que simplemente sienten que son diferentes. Se vuelven obsesivas con el tema, todo gira entorno a su aspecto físico, a si van a dar la talla en lo que se debata en la reunión, o si sabrá responder a las expectativas que se han creado sobre él/ella etc.
Crean un círculo vicioso de temor ante lo que los demás puedan llegar a juzgar, observar, evaluar etc. En definitiva en un temor increíble a lo que los demás puedan llegar a pensar de ti.
En las exclusiones familiares y/o sociales puedes ser el que siempre queda en un segundo plano y nunca interviene, al que le toman el pelo incesantemente, puedes ser el rechazado, etc.
Algo que tenemos que tener en cuenta es que en cierto modo y momento de nuestras vidas, todos hemos sentido cierto rechazo o inseguridad. Sin embargo la repercusión de esta situación depende de la intensidad y lo traumático que haya supuesto para nosotros.
Todo el mundo ha sufrido cierta exclusión en algún momento de su vida, sin embargo finalmente la mayoría consigue reponerse y encontrar un grupo en el que sentirse integrado. Los casos más graves se dan en aquellas personas que sufren una exclusión durante toda su vida.
El sentimiento general de estas personas es:” Siento que no pertenezco a ningún sitio, no me siento identificado con nada ni con nadie.”
Creci sin experimentar el sentido de pertenencia. Cuando mi padre fallecio, viaje y viaje tratando de encontrar a donde pertenecia ya que el unico referente de seguridad fue el. He sufrido los ultimos casi cuatro anos pensando que mi familia me rechaza, me odia. Y si, soy diferente a ellos, mi autenticidad los paraliza, soy demasiado para ellos. Este rechazo me llevo a inclusive tratar de quitarme la vida sumado a un episodio de abuso.
Hoy, hace poco, descubri que no es mi familia, que llegue a los 4 anos y que solo era hija de mi padre. Dios ese dia me senti feliz, libre y finalmente encontre la respuesta a la mayoria de mis interrogantes. Solia pensar que ellos me lo habian quitado todo inclusive mi identidad y asi fue pero lo que no saben es que ha sido el regalo mas maravilloso porque soy libre de personalidades perversas y cargas psicologicas muy extremas.
Antes de retirarme de Lima escuche a la hermana menor de quien supuestamente era mi madre decir "bueno hemos quedado en que debemos destruirla y para ello haremos creer que se volvio "loquita" luego de la muerte de su papa" ... Ese dia como nunca agradeci a Dios haber escuchado junto con la familia de mi padre como se refirio a mi persona porque me di cuenta de que estan mas enfermos de lo que pensaba y gracias a Dios no tengo una gota de sangre de esa familia en mis venas.
Gracias por leerme y amigos sepan que estoy bien haciendo lo que me gusta y si para ellos estoy "loquita" que viva la locura ... gente tan mezquina nunca entendera lo que es ser voluntario, lo que es servir y el porque lo hago.
Cada inicio de una nueva etapa va ligada al fin de la anterior. Un final es solo otro principio...