Sentada frente a la muerte
Escuché sus palabras.
El fuego de sus ojos hechizaban
Mis oídos en persuasión.
Contemplé su magnificencia
Y su serena calma.
Sabía que entre sus manos
Corría mi suerte inherente
Por los vahos del alma sosegada.
Posiblemente pude resistirme
A sus encantos y alabanzas,
Pero no quise hacerlo
Porque su magia me embriagaba.
Resbalaba de su boca.
Sentada frente a la muerte
Mi vida fue otra.
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